Oasis de Esperanza de Gerson Paredes Coz
          Antología de Poesía de Nuevo Pachacutec-Oasis de Esperanza
        
        
        Literatura Pachacutana por Yerko
        Introducción por Carlos Bayona Mejía
        Homenaje A Pachacútec por Tania Valencia
        El Guardián De La Montaña por Harold Alva
        Conquistadores De Arena por Carlos Bayona Mejía 
        Prolongación Del Misterio Por Carlos Bayona Mejía 
        Balada De Un Camarero Por Carlos Bayona Mejía
        Lluvia De Tortugas por Yerko
        Ellos Son Mis Hermanos por Dios Dado
        Memoria Del Polvo por Dios Dado
        Poema 10 por Clemente Orbegozo “El Gato Rojo” 
        La Noche De Pachacutec por Manuel Rayme 
        3 De Febrero por Dioni Toribio Tamayo
        Acusados Injustamente
        El Extremo Del Gran Círculo por Yerko
        Y Este Año También Germinó La Montaña por Moisés Vargas- Machuca Ferreyra

 

LITERATURA PACHACUTANA



PRESENTACIÓN

Al llegar desde el Oriente con sus guerreros de elite, el inca decidió reposar sobre un gran cerro, al norte de la ciudad. Mientras observaba el mar, recordaba sus viajes transoceánicos; de pronto, sus vigías anunciaron la llegada de sanguinarios perseguidores. Encomendó al condor real de la luna, amante del arco iris y el viento, avizorando una lucha desigual, al ritmo de una música suave y melodiosa, comenzó a entonar la canción de ocultamiento, que es la canción del sol. El inca y su corte fueron sumidos en un sueño mágico y puestos a buen recaudo, en su lugar quedaron inmensas formaciones, que confundieron al enemigo. Al costado, casi por el hombro, la cabeza de un enorme simio, quedó en vigilia hacia el sur.

El rostro del Inca se halla, desde entonces, en contemplación infinita. Los pobladores del lugar relatan que a veces sonríe y a veces está triste. Progresivamente, dicen, completará su cuerpo entero, aquel día temblará la tierra y se producirá la gran transformación (Pachakuti).

Al centro de la montaña, tres gigantes leones, un gran macho y dos cachorros, cual dinosaurios, observan el norte. Sobre estos, se yergue una colosal hormiga. Al lado izquierdo, un buitre espera con paciencia.

Al pie de la montaña, crece la ciudad burbuja cuyos habitantes enrojecen sus almas tratando de sembrar sueños entre tortugas y gaviotas. Superados los tiempos de barbarie, quedan rezagos de una generación gloriosa, cuya piel nos corresponde.

Esta es la historia de un pueblo místico que emigró de la ciudad al desierto, del cual fuimos testigos privilegiados. Sus habitantes tienen rostros labrados por el fuego. Todos nos reconocen por la piel dorada y nuestros calzados de arena.

¡Abrid camino, que hemos llegado!

Yerko


 

INTRODUCCIÓN



 “ Así hemos de quedar, como un canto celeste 
        un punto en el infinito, donde el sol y los
        astros se han de pasar buscando e 
        introduciéndose 
        en los cuerpos de estos juglares”
CBM

Procedían de otras tierras, los acompañaron sus ánimos a cuestas y esa valentía de buscar una sombra. Así entre toda esa muchedumbre, llegaron individuos pintando sus quehaceres cotidianos, cantantes que refrescaban el alma, poetas alimentando el espíritu de los pobladores... Es obvio que en nuestro país repentinamente nacen los pueblos, así nacen también los poetas.

“Al pie de la montaña. Crece la ciudad burbuja, cuyos habitantes enrojecen sus almas” declara Yerko, quien refleja ya un entorno de lo que será más tarde, pues Yerko, el poeta de la montaña, encuentra los elementos adecuados para un cuadro poético visionario.

“Quiso Dios crear un imperio/ Partiendo de Villa y acampando en Pachácutec”, dice la poeta Tania Valencia, evocando el nombre que le sale como una llama y lo arroja hacia el exterior plastificando con sus matices que ella domina. “Yo he trepado por sus cuerdas/ He contemplado las alas del cóndor,/ el pico,/ las garras,/ la túnica sagrada que protege”, anuncia Harold Alva-Viale, el poeta visitante con la voz retumbante que hizo prevalecer entre todos nosotros. “Algunos conquistadores/ de arenas olvidadas/ Me dijeron tener la mirada/ Color del precipicio/ Que fui exactamente/ Ese varón clamando libertad”, plantea el suscrito con una voz propia sacada de los caminos cuyos pueblos lo alimentan. “Una niña violeta pasa cantando/ Salvando náufragos de la inocencia/ Abre cartas escondidas en la madre del silencio”, es la voz de Clemente Orbegozo (“El gato rojo”), quien de una manera estrámbotica, mira el mar, y en ella le asalta el color interno reverdeciendo su aventura. “Ya no me tienes/ en tus planes/ Déjame escaparme/ con mis versos empacados en papel periodico”. He aquí, la soltura y sencillez literaria de Sandro Tello, frente a una realidad que se vive en un mundo compacto. Cabe resaltar, que los cuerpos palpitantes llenan esa magia musical de Manuel Rayme, quien recoge el encargo del cielo: “La lluvia roja baña las semillas/ Enterrada para los niños descalzos” . Todo se entrelaza a la vida misma que se vive. De ello habla en su música impecable Dioni Toribio Tamayo (la encantadora de Caujul), recogiendo los sucesos ocurridos, tal como expresa en la fuga de unos de sus huaynos: “Ahí van nuestros vecinos/ A traer pescado fresco/ Comeremos sudadito/ cevichito y jalea fresquecitos/ ¡Ay qué rico!”. No cabe duda que en ciudad Pachacútec hay una riqueza intelectual preponderante que servirá para las generaciones futuras. Aquí debo resaltar que, como salido de una hoja de la historia peruana, camina por los arenales, un personaje muy conocido entre nosotros, el filósofo bohemio Moisés Vargas – Machuca que va recogiendo historias para el mañana, igual que recoge especies de la flora de nuestra gran montaña.

Los que ha diarios vemos estas tierras con ojos de cariño, esperamos cada invierno el repetir anual de la germinación, cubriendo nuestra erizadas colinas de matices verdes. Vemos también arribar a esta ciudad mística, a nuevos personajes quizá para siempre; así varó por estos arenales el poeta Dios Dado , clamando “O viento.../ Oh polvo ...// Aquí yaces todavía/ Con tu cabellera trenzada en las esteras/ Con tus pestañas rizadas en los parques//... Con tu ímpetu de artista/ Aprendiendo en todos los confines y/ Allende mar y los arrecifes//... Oh polvo memorable//... Aquí yaces todavía/ Con tu corazón de vereda/ Y tu cántico en el pecho de los hombres.” Se nota pues el inmenso material artístico existente: esteras, montaña, arenal, vientos de la tarde, etc.

Cuando el sol aparece y los carros como la “41”, la “VC” y la “87” compiten por un pasajero, a eso de las doce del día, de la ventana surge una sonrisa angelical, ella viene con su mirada tejida de historias poéticas y la sonrisa de carmín subiendo a la Cabaña del Arte. Bueno es mencionar a una de las musas de Pachacútec, Mariela Quesada, quien al igual que la poeta Silvia Vidalón “Boca de Uva” se ha ganado el corazón del pueblo, así como se lo ganan aquellos que plasman pictóricamente la playa “Costa Blanca” y “Lance” con sus caballetes a cuestas para un cuadro universal. Me refiero a Pedro Bayona Mejía y Amadeo Flores, representantes de la plástica pachacutana y por supuesto, peruana.

Finalmente parafraseando al poeta Ángel Izquierdo Duclós asiduo testigo y admirador de nuestra comuna: “ Cuando me vaya de este mundo en primavera/ Cuando los árboles se tuteen con el viento/ y los pájaros mis melodías canten/ un punto en el Océano/ como un barco en el horizonte/ reflejará mi alma. Terminó con nostalgia y anuncio la partida; más el recuerdo quedará impregnado para siempre.

Evidentemente la historia continua, pues ya están todos los mencionados en este libro, voces que serán más tarde los representantes en la LITERATURA DE PACHACÚTEC.

Piedra, Sol, Mar y Esteras
Carlos Bayona Mejía.





Partieron de Sucot y acamparon en Etam, que está en la proximidad del desierto. Yavé
iba delante de ellos señalándoles el camino: de día iba en una columna de nube; de noche
en una columna de fuego, iluminándolos para que anduvieran de noche como de día.

Éxodo 13:21



 
        HOMENAJE A PACHACÚTEC
        
        A Alexandra, mi voz viajera
        
         
        Quiso Dios crear un gran imperio
        Partiendo de Villa y 
                 acampando en Pachacútec
        Así comienza nuestra historia
        Fundada por personas luchadoras
        Así extendimos nuestros dominios
        Realizando gran desarrollo
        Allí tenemos ya las primeras obras
        Así crecerá vuestra gloria
        Como crece nuestra sombra
        Llegado el medio día.
        
        
        
        En los meses de nuestro aniversario
        Nuestro natalicio es una bendición
        De esperanza para los
        Pachacutanos de corazón
        En este desierto cultivamos
        La esperanza que dormía
        Sembrando nuestras raíces
        Y cultivando nuestros árboles
        Que nos brindarán su sombra
        En los meses de nuestro aniversario.
        
        
        
        Allí tenemos ya también nuestro mar
        Que nos brinda sus ricas playas
        En los meses de verano.
        Cuando el invierno llega
        Despierta la esperanza
        Para nuestro cerro gorila
        Porque será bañado
        Después de una larga espera
        Se vestirá de verde y mostrará
        La tierra su libertad
        Y ensueño diciendo:
        ¡Viva Pachacútec, 
                       tierra de gran hermandad!.
         
        Tania Valencia. / Sector D
    



EL GUARDIÁN DE LA MONTAÑA

Nadie intuye que a lo lejos Los hijos del sol Han proclamado su regreso

 No eran las orejas de la noche
Los cielos invertidos del santuario;
Allí había algo que encendía
Las calles oscuras de mi lengua,
La tribu estaba lejos
Y lejos los motores que silencian
El aullido de las fieras.


La tribu era un bar,
Una mesa;
Dos copas de baccarat al filo de la angustia,
Un cazador de espejismos
Atrapado en la memoria
Como un poste de concreto que maldice
El trote de los pajáros que oculto.


No era el uniforme de la espuma
El signo de los músculos del alba,
Tampoco la humedad de su cadáver
Los ojos del cuervo que nacía;
Era un ejército celeste,
Un escuadrón de tortugas que en la arena
Había mudado de piel,
De lengua y maleficios;
Un escorpión de fuego inclinado
Expulsaba de la cola
El hígado mortal encadenado.
Allí
Había demasiado.


La carne daba vida a las esteras
Y las esteras se multiplicaron
Con el amor
Y el hambre de otra tribu.
Allí,
Sobre las chozas
Rutilaban los pigmentos de otra sangre;
No era una ilusión óptica:
Era el gigante descubierto, 
                el protegido de los Apus,
La piedra de antiguos alfabetos.


Yo he trepado por sus cuerdas
He contemplado las alas del cóndor,
El pico,
Las garras,
La túnica sagrada que protege
Al brujo que la tribu ha proclamado 
El Guardián de la montaña
 
Harold Alva – Viale


     CONQUISTADORES DE ARENA
    
    Algunos conquistadores
    De arenas olvidadas
    Me dijeron tener la mirada
    Color del precipicio.
    Que fui exactamente ese varón
    Clamando libertad,
    En el celeste atardecer
    De la cordura.
    Se me acusa de haber robado
    El reflejo tierno de una muchacha.
    De mostrarle la verdadera historia
    Señalarle un sin número de utopías.
    De haberle obsequiado
    La musicalidad de los violines.
    Nunca supe amalgamar mi soledad.
    Siempre desperté a los solfeos.
    Es evidente, todos saben que llevo
    A cuestas mis rebaños.
    Renuevo al filo de las estaciones,
    Estos sueños ahuecados y sin nombre.
    Ahora prosigo,
    ¡No me tumbo!
    Soy y debo ser
    Aquel, tocando la puerta
    De los pueblos. 
    
                Carlos Bayona  



    PROLONGACIÓN DEL MISTERIO
    
    Porque somos árboles milenarios
    En nuestras cabelleras manchadas de estaciones
    Llegan pájaros agoreros.
    Arrieros buscando el aire y la sombra.
    No importa cual sembrador, con qué sombrero
    Nos tiraron en dúctiles tierras.
    Pero somos al final y al cabo árboles fuertes y profundos.
    

    Nos cortan, nos rebanan las coronas.
    Nos vuelven estúpidos a veces
    Podándonos el alma; nos quitan nuestra fuente
    De vida.
    
    
    
    Como siempre somos resistentes
    A las mutilaciones.
    Crecen crispados dedos,
    La libertad ensayando nuevos vientos.
    La tierra alimenta nuestras voces.
    Nacen embriones vestidos de alegría
    Y firmamento.
    
    
    Pues en nosotros queda
    La prolongación del misterio;
    la luz y nuestras vidas
    Colgándose del tiempo.
    
                         Carlos Bayona 
 






    BALADA DE UN CAMARERO
    
    No hay mejoras en este pedazo de tierra
    Aquí, los peces pirañas
    Se ensañan con hierbas que nacen
    Una carcajada de mimo
    Es suficiente para continuar
    En la trama de cirquero.
    Todos los floristas han aprendido
    A ponerse la camiseta prismática,
    Ofreciendo más luz, nuevas páginas
    Un correo cibernético.
    La tríptica balada, cala
    El rojizo corazón de los humanos
    ¡Vivan las estrellas!
    El plato de frijoles,
    Las calles con pancartas
    El papel cuadrado
    Las abstractas semillas.
    Nosotros nos quedamos
    Tocando campanas
    Y no sabemos reclamar a los cristales.
    ¡Adelante noche!
    Relámpagos de universo, retinas
    Envainadas en el ropaje.
    Aquí la última palabra debe soldarse 
                             con el tiempo.
    
                         Carlos Bayona 

     




LLUVIA DE TORTUGAS

A los habitantes de primeras ciudades

    Del cielo desposeído
    Bajaron tortugas
    
    Con caparazones de esteras
    Todas las noches llegaron sin cesar
    Y cavaron sus nidos
    Del mar a la montaña
    
    Algunas sucumbieron por el fuego
    Otras retornaron al océano
    Las que sobreviven
    Cubren sus heridas con vendaje azul
    
    Los niños de arena
    
    Tienen extraños juguetes
    Arrean con palillos grillos arañas
    Al interior de las tortugas
    (Lejos del bullicio
    duerme un alacrán albino)
    
    Así comienza, la nueva historia.
    

                       Yerko
 


ELLOS SON MIS HERMANOS

A los desposeídos


El perro sarmentoso que orina en la esquina de enfrente
El mendigo aquél por quien lloró su madre la pobre loca
El borrachín que entona canciones fieras allá en los bares
El que otea los hostales cabizbajo y sin un céntimo
El que recorre anchas avenidas en busca de trabajo
                         Y es más ancha su desesperación todavía
El joven de cabellos largos y celestes
El que cayó ayer a un pozo y salió ileso
El que perdió su vida en un billar y la jugó
                        A ciento y a dos veces
El que ronca boca abajo y no le importa ya el silencio
                        O si le importa sonríe a mandíbula batiente
                                    Con Francois Villón y con vallejo
El que cita sus versos por teléfono
El que come la ostia de su hambre a duras penas
                        mojándola en el cáliz de su sed
El que brinda con su amor y su ternura
El que viaja a pie kilómetros de sueños
El que navega hacia ninguna parte porque esa ninguna parte
                        es la eternidad
El que escribe de sí con su propia sangre hasta su última pena
               en el libro blanco de la naturaleza
El que lucha por los demás continuamente sin hastiarse nunca
El que vive al día.
El que muere de luz y de justicia
El fiel enamorado.

El empedernido aventurero
El mochilero misio.
El bacán el chevere el causa
El nadie. El de tan siempre y de tan lejos.

Ellos son mis hermanos.

Dios dado    
 MEMORIA DEL POLVO

Oh viento...
Oh polvo...

Aquí yaces todavía
Con tu cabellera trenzada en las esteras
Con tus pestañas rizadas en los parques
Con tus ojos hechos de los tréboles
Con tu boca abierta en los buzones
Con tus hombros labrados en los muros
Con tu cuerpo de papeles
Con tus manos prestadas a los pájaros
Con tus pies de liebre y de venado
Con tu belleza de los girasoles
Con tu mugre de los niños desnutridos
Con tu ímpetu de artista
Aprendido en todos los confines y
Allende la mar y los arrecifes.

Oh polvo memorable

Aquí yaces todavía
Con tu corazón de vereda
Y tu cántico en el pecho de los hombres.
 
Dios Dado

    
   
POEMA 10

Una niña violeta pasa cantando
Salvando náufragos de la inocencia
Abre cartas escondidas en la madre del silencio
Lanza besos al viento desde el fuego

Acaso tenga un hijo en la arena de sus labios
Que tienen miedo de partir
Acaso tenga las manos cansadas de primaveras
Acaso de otoños con sus ocasos de lana


A veces se sienta en las rodillas de las piedras
O en la voz del mar
O en los ojos de un gorrión
O debajo de mis uñas

A veces es una suicida de abril en agosto
Y se esconde bajo la camisa de mis labios cuaternarios.


Clemente Orbegozo “El gato rojo”


      LA NOCHE DE PACHACUTEC
    
    Desde el cerro del Inka
    Encomendados por el sol
    Bajaron los guerreros dorados
    Hacia la gran batalla del desierto.
    
    Muchos cayeron sin luchar
    Otros se extraviaron con las gaviotas
    Los demás combatían sudorosos
    Llegaron los refuerzos y arrinconaron
    Al ejercito del trueno
    La guerra parecía ganada
    Los combatientes usaban su inteligencia
    Y sus proyectiles de semillas multicolores
    Sin embargo un dardo emvenenado
    Dañó la espalda del guardián de flores azules
    La noche llegó con su cabellera de muerte.
    
    
    En la última batalla
    Los guerreros fueron cayendo
    Uno a uno a pesar de los esfuerzos.
    La inmolación fue por honor y dignidad
    Por la voluntad de nuestro pueblo.
    Muchos no retornaron a casa
    La PACHAMAMA cubrió su rostro
    Con el manto denso de neblina.
    
    La lluvia roja baña las semillas
    Enterrada para los niños descalzos.
    
    
    Manuel Rayme   

3 DE FEBRERO

Todos los años el 3 de febrero
Se celebra nuestro aniversario
Nos reunimos los 5 sectores
A celebrar con bombos y platillos.

Nuestros hermanos que dieron el primer paso
Los asesinaron a sangre fría
Gracias a ellos nos reubicaron
En nuestra tierra de pachacútec

Señor presidente de Pachacútec
Sus secretarios que lo conforman
También recordemos a nuestros hermanos
Que dieron su vida por un suelo propio.

Mi pachacútec tierra querida
Separadito por 5 sectores
Ciudad mística del Cerro gorila
Con vista a la playa Costa Blanca

FUGA

Ahí van nuestros vecinos
A traer pescado fresco
Comeremos sudadito
Cevichito y jalea fresquecitos
¡Ay que rico!


Letra y Música
DIONI TORIBIO TAMAYO 

        La Encantadora de Caujul
         DERECHOS RESERVADOS
    
        ACUSADOS INJUSTAMENTE
        
        
        A las once de la mañana
        
        Prisioneros los tomaron
        
        Acusados por unas personas
        Por un crimen que no cometieron
        
        Con qué destino habremos salido
        
        De mi tierra Pachacútec
        Para los pobres no hay justicia
        
        Para los corruptos si hay justicia
        
        A la ocho de la noche, prisioneros
        Fueron llevados al penal Sarita Colonia
        
        Acusados injustamente
        
        Señalados como asesinos
        
        Ellos fueron noticias
        De la prensa y los diarios
        Publicados fueron sus rostros
        Interrogados sus familiares
        
        FUGA
        
        Ahora quien nos defenderá
        Dice Willy Palacios y Jaime Ortiz
        
        Yolanda Suarez, Michel Terrones
        José Lescano y Santos Calderon
        
        Letra y Música
        DIONI TORIBIO TAMAYO
        La Encantadora de Caujul
        
        DERECHOS RESERVADOS
 
    EL EXTREMO DEL GRAN CÍRCULO
    
    (El número que buscaba
    y abstrajo sus entrañas
    yace entre sueños
    la primera clave es la cima
    del verbo
    hecho carne bajó a la ciudad perdida
    fue transformándose en asfalto
    espantado, huyó al desierto
    hasta llegar a la montaña del gorila
    allá doma dinosaurios moteados
    y habitan en cuevas,
    una de ellas contiene el enigma)
    




Y ESTE AÑO TAMBIÉN GERMINÓ LA MONTAÑA

Dedico estas líneas hechas con todo lo mejor de mí, a las mujeres, hombres, niños, viejos y jóvenes venidos de los 25 confines de mi Perú, que aprendemos a ser concientes de nuestro destino de salir de la pobreza material, que buscan su identidad cultural en esta hoy eriaza tierra chala para creaer un fértil mañana de esperanza y solidaridad.

Quienes vemos estas tierras con ojos de cariño, esperamos cada invierno el repetir anual de la germinación cubriendo nuestras eriazas colinas de matices verdes, cuando se inicia el reinado largo de la Kamanchaka y la garúa, con su intenso frío acentuado por la humedad. En este hermoso altozano que es Ciudad Pachacútec, elevado a más de 200 metros sobre el nivel del mar, se da un fenómeno sin igual en los valles del Rimac y el Chillón: el clima de lomas costeras – que sólo se repite en Manchay y Lachay- donde llovizna y bruma fecundan nuestras alturas entre las cuales está el Cerro Gorila (visto desde el Oeste) o como yo también le llamo: Cerro del Yunga (visto desde el sur)... del inca lo nombra Yerko.

Desde los iniciales días cuando recién poblamos, quienes viven cerca las lomas, comenzaron a subir extasiados por entre esas laderas llenas de plantas silvestres hasta alcanzar las enormes piedras (wankas les llamaban los yungas) cubiertas de musgo. Los que habitamos mirando el mar, perplejos ante ese inusual verdor, poco después remontamos las cuestas, llevando niños a volar cometas, recoger plantas, descubrir las formas de Gorila, el Cóndor, la tortuga, la loba marina y tantas más.

Cuando nos contaron sobre el “Recital en la Montaña” realizado por un extraño morador del sector A en Setiembre del 2001 valoramos aún más el significado de estos cerros que obsequian su misterio de mil artistas. Pasaron los meses y ese vecino organizó otro recital en Abril del 2002; así lo comenzamos a conocer y estimar: era El Guardían de la Montaña (Yerko en la estela de los poetas).

A partir de allí – contagiados de su empeño- los pachacutanos nos interesamos más por nuestras elevaciones, eriazas en verano, verdes en invierno. En toda época del año las caminatas de ascenso jamás cesan y nunca dejamos de maravillarnos. Pero siempre surge una pregunta ¿Porqué crece la vegetación? Cuando les contesto “es gracias a la Kamanchaka” se quedan intrigados, les reitero “es la Kamanchaka”, esa densa niebla que viene desde la mar empujada por el viento, fertilizando nuestro suelo de arena y esperanza.

Garúa y niebla van humedeciendo dormidas semillas. Abundante Kamanchaka, condensación de mar y viento frío viene con lágrimas espermáticas a seminar la dura arena del cerro pachacutano y su séquito de lomas. El aliento – dicen – de los Apus Pariacaca y Huallallo se unió con aguas de la Cochamama originando esa nutriente Kamanchaka, que hace germinar la silvestre papa, pequeñita, aparentemente inútil, transformada luego por ancestrales warmis y runas en nuestro más importante alimento, esparcido ahora en todo el orbe.

Algunos, no sin razón, reniegan que esa humedad causa malestares: tos, estornudos, gripe; pero si bien la bruma trae frío y enfermedades, tiene su lado bueno: fecunda las sedientas laderas dándoles vida, transformando lo eriazo en verdor. Personalmente le increpo a la densa niebla el ocultarme la vista de mi añorada Isla San Lorenzo (los mochicas le llamaban Sina) y la bahía marinera de mi natal Callao; privándome la visión nocturna del pishco ventanillense de neón y las constelaciones que desde mi patio escudriño: orión y la Cruz del Sur. A esa niebla hemanada de impertinente llovizna se le culpa de entristecer el ánimo, sin embargo aquel extenso manto de nubes color plomizo que impide el brillo solar paradójicamente trae vida. No la juzgen por vuestra melancolía, no busquen en ella la causa de su depresión: Sí, es contradictoria, trae perjuicio, corroe la madera y la estera, garúa que desfonda y rasga los techos de vendaje azul, sin embargo también preña las lomas, rocío que florece jardines y hermosea la montaña. Para nosotros los chalacos, la Kamanchaka es bivamente, la dicotomía del mundo yunga: tiene algo de positivo y a la vez negativo.

Este año había preocupación, pues anteriormente desde Junio empezaba a verdear, pero llegó Julio y no había señales de germinación. Temimos los peor, que la excesiva peregrinación al cerro hubiese matado las semillas. Ya nos dolía su ausencia cuando por fin aparecieron los diminutos retoños a principios del octavo mes, como un canto poético a nuestras tierras para que nunca más volvamos a temer. Reiteremos el compromiso de cuidar nuestro ecosistema que va desde las lomas hasta las recónditas cuevas de las playas pachacutanas. Preservemos los dones naturales que el altísimo ha hecho para nosotros. Ahora podemos decir con alegría: Y ESTE AÑO TAMBIÉN GERMINÓ LA MONTAÑA.

Invierno del 2003

Moisés Vargas- Machuca Ferreyra